No sé que pensaréis vosotros, pero a mi me resulta de lo más frustrante encontrarme mal. No poder hacer lo que uno desea, o hacerlo a duras penas, es de lo más agradable. Y lo que más me fastidia es que me venza un simple organismo microscópico, que a menudo ni si quiera se considera ni un ser vivo
Por muchos gorros, bufandas y guantes que nos pongamos, tarde o temprano todos acabamos cogiendo un catarro, por ejemplo. Lo cierto es que, a lo largo de la vida, ponerse enfermo de vez en cuando acaba siendo desgraciadamente inevitable.
En los peores casos, desgraciadamente la seguridad vial es lo último en que pensamos, ni nos plantearemos movernos de la cama. Sin embargo, a veces es incluso peor el punto en que te encuentras mal, pero no lo suficiente como para poder justificar dejar de hacer vida medianamente normal. Y nos vemos obligados a conducir, sin duda hay que tomar precauciones especiales.
Uno de los argumentos típicos en los discursos de seguridad vial asegura que la conducción es una actividad compleja, que requiere de ciertas habilidades motoras, aptitudes cognitivas y (añado yo) actitudes sociales. Precisamente por eso pasamos por un proceso de aprendizaje y evaluación para que nos permitan manejar vehículos.
Sin embargo, si nos encontramos mal debido a cualquier enfermedad, pueden mermar nuestras capacidades físicas. E incluso mentales (¿quién puede resolver una ecuación integrodiferencial cuando tiene jaqueca?). Y, por supuesto, ello afectará de forma negativa a nuestra capacidad de circular seguro.
En el fondo, no es muy diferente a intentar conducir habiendo bebido (la gran diferencia, por supuesto, es que en el caso de la bebida nosotros hemos elegido voluntariamente mermar nuestra capacidad). No siempre somos conscientes de haber perdido temporalmente nuestras habilidades, pero a estas alturas de la película nadie duda que los efectos negativos son reales.
Por lo tanto, en un caso de mal estar, el ejercicio de responsabilidad que deberíamos exigirnos es realizar una auto-evaluación y decidir si realmente estamos en condiciones de desarrollar una actividad tan compleja como conducir con garantías de seguridad.
Y si la respuesta es no, no queda más remedio que buscar alternativas: quedarse en casa, ceder el volante a otro conductor, el transporte público, etc.
En ocasiones, consideraremos que, pese a todo, el malestar no es lo suficientemente grave como para impedirnos conducir. En ese caso, por supuesto, habrá que tomarlo en consideración. Las precauciones a tomar dependerán de la naturaleza del malestar concreto, claro está.
El primer consejo sería extremar las precauciones habituales: respetar una más distancia de seguridad aún mayor, moderar la velocidad, etc.
También hay molestias en que normalmente nos encontraremos bien, pero sufrimos pequeños intervalos esporádicos de incapacidad. Aunque lo haya dicho de forma tan estrambótica, estoy pensando en algo tan simple como estornudos o ataques de tos.
En estos casos, el consejo habitual es no intentar aguantar el estornudo o la tos. Si lo intentamos, lo más probable es que acabemos estornudando o tosiendo igualmente, aunque habremos estado un buen rato pendiente de ello. Eso sí, si la situación del tráfico es complicada (por ejemplo, estamos en plena maniobra de adelantamiento), quizá si sea aconsejable aguantar un poquito, esperando una situación más calmada para dar rienda suelta a nuestra necesidad fisiológica.
En cualquier caso, si sabemos que tenemos estornudos o arranques de tos frecuentes, lo sensato sería reducir los momentos delicados al mínimo. Por ejemplo, no realizar adelantamientos que requieran invadir el sentido contrario de la marcha.
Algo más complicado son los casos en que nuestra dolencia nos pide hacer algo que no quedaría del todo bien hacer en el coche. Por ejemplo, una descomposición intestinal. Yo, sinceramente, no sé que aconsejar en este caso. Seguramente yo me quedaría en casa, cerca del retrete.
Nuestro colaborador el doctor Pep Serra no me perdonaría la vida si terminara este artículo sin mencionar los medicamentos. Porque si nos encontramos mal, probablemente tomaremos algo para poder funcionar. Es importante tener en cuenta que son substancias diseñadas para alterar el estado de nuestro organismo, con la esperanza que dichos cambios sean positivos (curarnos).
Pero algunos de esos cambios pueden ser perjudiciales (efectos secundarios), aunque por lo general asumibles en comparación al bien mayor. Ahora bien, algunos de estos efectos secundarios pueden reducir severamente nuestra capacidad de circular de forma segura, por lo que conviene evitarlos si vamos a tener que ponernos al volante.
Como se suele decir: consulte con su médico o farmacéutico. Y, en última instancia, siempre se debería consultar el prospecto antes de consumir cualquier medicación.
En Circula seguro | Conducir cuando la cabeza va a estallar
Fotos | Mr. Thomas, Sacks08